Explicaré algo de ellos, no será mucho ni muy largo. Simplemente que ellos son dos OCs a los que les he cogido mucho cariño todo este tiempo que les he tenido abandonados. Tengo una nota en Facebook que.. bue, ya la pondré si eso, es una presentación mucho más larga. Están basados en una leyenda catalana: Sant Jordi. Sant Jordi (el caballero, que en este caso es Yuma) y el Dragón (como es lógico, en un dragón, y en la historia ese Dragón se llama Azusa). Bien, Yuma tiene 19 años, casi los 20, y Azusa tiene 17.
Su relación y el ambiente en el que viven se irá viendo mediante vaya subiendo cosas de estos dos.
Aviso, los "meets" (aparecerán en el título como "first meet", "second meet" y así) no son consecutivos, así que si en este meet es, por ejemplo, 6 de marzo, el siguiente meet puede se perfectamente 25 de julio.
Allá va una minificha~.
Título: The Knight and the Dragon: First Meet: ¡MALDITO PERVERTIDO!
Original.
Género: shonen ai, y si os reís por cual cosa, comedia.
Palabras: 3.155.
Y
posiblemente él mismo y todos los demás estudiantes de la universidad en la que
se encontraba un curioso chico con uniforme escolar se estaban preguntando
“¿Qué mierda hace aquí?”, “¿Es una chica?”, “¿Qué hace una chica con el
uniforme masculino?”.
Frunció
el ceño, escondiendo las manos en los bolsillos de su pantalón y entrando al
recinto de la universidad, pasando y esquivando miles de universitarios. Esto
lo había vivido varias veces, maldición, ¿Por qué tenía que salir tan tarde? El
único problema era que él se tuviera que escapar de sus clases para poder
hacerle ese maldito favor. Llegar a la universidad, entrar y encontrarle no le
suponía ningún problema. Era tan obvio que sabía dónde estaba.
Se dirigió
directamente al jardín. No podía estar en otro sitio que no fuera ese,
conociéndole. Miró al cielo. Estaba empezando a tomar un color gris oscuro, y
las nubes estaban apareciendo, haciéndose más… tenebrosas, bah. Cerró los ojos, no le gustaba el paisaje. Era
un dragón, y a los dragones no les sentaba bien volar en un cielo lluvioso. Adelantó el paso al ver una persona de
cuclillas en el suelo, mirando unos arbustos con flores.
—
Hey, tú — Murmuró, acercándose hacia él. Le tiró la bolsa en la cara en cuanto
Yuma le devolvió la mirada, abriendo los brazos en espera de un abrazo que
solamente llegaría en sus mejores sueños.
Sonrió
y cogió la bolsa que había caído al suelo después de impactar contra su rostro.
Se levantó y sacó lo que había dentro: una especie de plásticos para que las
flores del jardín no se estropearan con la lluvia.
—
Gracias, Azusa~. Te recompensaré con algo, sólo dime algo que quieras — Dijo
mientras cogía dos puntas del plástico y las colgaba, con una pinza en cada
punta, en las paredes del invernadero. Caminó hasta la otra punta, donde había
una especie de muro y se ayudó de otros plásticos para poder colgarlas.
Suspiró
victorioso, sus queridas flores estaban a salvo. Azusa chasqueó la lengua,
cruzándose de brazos.
— No
quiero nada — Masculló. Bueno, sí, quería algo, pero nunca lo iba a decir —. Si
quieres que te espere, date prisa.
Se
palmeó los pantalones, ligeramente manchados de barro. Sonrió al tenerlos
limpios y levantó la mirada el cielo. Si no salían rápido les iba a pillar la
lluvia. Pero quería ir al invernadero. Se lo pensó un poco antes de volver a
mirar a los ojos azules de Azusa, parecía estar de mal humor. Saber cómo estaba
el humor de Azusa solamente viendo como se comportaba era prácticamente
imposible; siempre se comportaba de la misma manera insoportable e infantil que
tanto cargaba –pero, a la vez, atrapaba– a Yuma. Pero Yuma no lo sabía, si le
preguntabas por qué, simplemente te diría “porque Azusa me gusta”, pero en
realidad es porque no sabe que decir.
—
Entonces, vamos — Sonrió, Azusa asintió con la cabeza, lentamente, intentando
evitar el contacto visual son el otro —. Si pasas mucho tiempo aquí se te
contagiará la obligación de estudiar.
El
menor alzó una ceja.
—
¿La obligación de estudiar? No parece
que tú tengas mucho de eso, querido jardinero — Soltó una risa socarrona —.
Además, yo no necesito estudiar.
Yuma
dejó salir un suspiro. Caminó hasta donde el otro estaba y empezó a caminar a
su lado, sonriendo. Estaban en la entrada para cuando se acercó una,
supongamos, conocida de Yuma. Azusa la analizó de arriba abajo y se permitió
darse una idea de la personalidad de la chica; lo único que era realmente obvio
es que a esa chica le gustaba Yuma. Era rubia, con un cabello rizado que le
llegaba más o menos hasta la cintura, obviamente tintado, y ojos negro claros,
tirando a grises. Era alta, pero no más que Yuma, podría decirse que tan sólo
superaba a Azusa por unos centímetros. Azusa notó que la chica le miraba y chasqueó
la lengua, evitando el contacto directo, notando como sus mejillas ardían ligeramente.
No porque la chica le pareciera atractiva, si no porque pensó que había
adivinado que la estaba analizando.
—
¿Es tu hermano, Yuma? — Azusa se tiró un poco para delante como única reacción
a la pregunta, como si una roca le hubiera caído en la cabeza o como si una
flecha se le hubiera clavado en la espalda. La maldijo por dentro —, si no
fuera por el cabello, os parecéis un poco.
El
look de este mes era el cabello de muchos colores, el cual el que más resaltaba
era el rubio ceniza que era la base, después había mechas azules, lilas,
verdes… y era ligeramente largo, pero sin llegar a los hombros. Aunque la
mayoría del cabello hoy lo estaba cubriendo un gorro con un pin en forma de
cabeza de conejo. Sus ojos eran azules, al igual que los de Yuma, tan sólo que
estos eran un poco más grisáceos, con la diferencia de que los de Azusa eran
mucho más grandes, infantiles y expresivos.
Azusa
se tuvo que morder el labio inferior para no soltar un “No me jodas, estúpida,
¿Me ves cara de hermano pequeño? Y es más, ¿Hermano pequeño de ESTE idiota?”
que posiblemente afectaría a la chica durante los años que le quedaban de
existencia.
Yuma
miró a Azusa a los segundos de haber escuchado la pregunta. Si decía que era su
hermano, Azusa le golpearía ahí mismo; si decía que eran amigos, Azusa le diría
que es mentira, porque no lo eran; y si decía que eran algo más; posiblemente
Azusa se pondría como un tomate y le golpearía también, en plan “¡N-No digas
tonterías, imbécil!”.
Era
estar entre la espada y la pared. O, mejor dicho, entre el dragón y la pared.
—
Hm… Natsuko-chan… — Que le llamará por el nombre de pila era algo que sólo
ayudó a que la irritación de Azusa aumentara —, ¿Has estudiado para el examen
de mañana?
La
chica se sobresaltó, cosa que hizo bastante gracia a Azusa. Esa reacción fue
suficiente para que en los labios de Yuma se formara una sonrisa nerviosa.
Azusa miró a la chica con cierta superioridad que al parecer Yuma no llegó a
notar, la sensación de que la chica estaba enamorada de Yuma no le desapareció
de la cabeza, pero sabía que podía vivir con ello. Al fin y al cabo no era la
primera vez que le gente miraba a Yuma con ojos diferentes, le miraban casi
igual que Azusa le miraba, sólo que en los ojo de pequeño había un pequeño odio
mezclado. Por hacerle sentir esas cosas que a veces no entendía, más que nada.
Natsuko-chan,
exactamente así sonó en la mente de Azusa, se fue con su repentina palidez.
Yuma rodeó el hombro de Azusa con su brazo, como si fueran amigos. Los ojos grandes de Azuysa le observaron por
el rabillo del ojo, cuestionándole qué estaba haciendo. Yuma soltó una risita,
bajita y encantadora, cerca del oído de Azusa.
—¡P-Para!
—Gritó. Sabía que Yuma lo había hecho inconscientemente, lo sabía. Pero…
simplemente no podía. Como tampoco podía apartarse de su lado. Se sentía
completamente estúpido — Eres un completo idiota.
Yuma
sonrió.
—Realmente
eres difícil de entender, Azusa — Le dio un beso en la mejilla, superficial. A
él no le importaba qué dijeran o que le vieran, pero sabía que a Azusa no le
hacía gracia. Y que no tenía paciencia. Y que golpearía a cualquiera que le
insultara a él mismo o a Yuma mismo; porque “a Yuma solamente le insulto yo,
completo estúpido” —. Vámonos.
Asintió
lentamente con la cabeza. En otro momento le diría, a Yuma, que no era nadie
para que le diera órdenes, pero es que no quería estar ahí. Se le estaba
pegando el ambiente universitario y no le gustaba. Suponía que irían al
apartamento de Yuma, como siempre en estas situaciones. A Azusa no le apetecía
estar en su casa si tenía la opción de poder estar con otra persona, mucho más…
bueno, especial. Qué mierda. No, Yuma no era especial. Yuma solamente era...
Yuma, es decir, sí, una persona mucho más especial de lo que son su madre, su
hermana pequeña o incluso su alter-ego femenino, su hermana gemela.
A
los 10 minutos estaban a dos calles de la pequeña casita de Yuma. Por suerte,
el universitario vivía solo. Azusa agradecía que fuera social hasta un punto,
pero que no tuviera amigos. Y era la verdad, Yuma sonreía a todo el mundo, no
tenía vergüenza en hablar con nadie y se hablaba con media universidad, pero no
tenía ningún amigo.
No
tardaron mucho en llegar a la puerta, pero por desgracia no estaban del todo
solos. Una chica de más o menos la misma altura que Azusa, un metro setenta
aproximadamente, con casi el mismo físico, se encontraba frente ellos. Con los
brazos cruzados de manera autoritaria, a Yuma se le hizo la misma imagen que
Azusa.
Azusa
se sobresaltó.
—¡Ka-Kagura!
¿¡Qué haces aquí?! —Se acercó a ella y Yuma pudo apreciar más aún el parecido.
—¿Azusa?
La
chica alzó una ceja.
—Yo
no soy Azusa, estúpido. ¿Yuma? ¿Te llamabas así? Al menos deberías saber
diferenciar a tu novio de su gemela, no sé. O quizás mi concepto de “amor” es
muy raro.
—No,
no lo es… —Murmuró Azusa, bajito, para que Yuma no le escuchara. Para que ni
siquiera su hermana lo hiciera —Déjale, es un completo idiot—-¿¡Qué mierda
dices?! No es mi novio, no soy su novio, NO SOMOS NOVIOS.
—Pues
estás colorado, querido hermanito. Hm… ¿Qué harían mamá y Haruka si supieran
que eres gay? —Puso énfasis a la
palabra. Sabía que a Azusa le jodería, no porque estuviera diciendo claramente
su sexualidad, simplemente porque le jodía.
O
quizás ser homosexual de verdad le molestaba. Tenía solamente diecisiete años,
Yuma bien podía ser un “amor causado por las hormonas”, pero Azusa no lo sentía
así. Además, no le había gustado nunca nadie, y todo esto era nuevo para él.
Aunque no lo quisiera, Kagura notaba lo indefenso que se sentía. Por eso nunca
se sintió especialmente afortunado al tener una hermana gemela, porque ella
sabía incluso lo que él mismo desconocía.
Y se
sentía un estúpido.
Azusa
se quedó sin argumentos, retrocedió un paso y se encogió de hombros, mirando
hacia el suelo.
—Oh…
entonces, ¿Es tu hermana gemela, Azusa? —Yuma ladeó el rostro con inocencia. Le
brillaban los ojos, como si por fin hubiera encajado todas las piezas de un
complicado puzle.
Si
no fuera tan estúpido, parecería un caballero de verdad. Aunque, a ser
sinceros, Azusa le veía nada más que… un príncipe. Se sentía tan idiota, como
si el amor que no quería aceptar le estuviera comiendo por dentro, haciéndose
totalmente dependiente de él. De Yuma. De su Yuma.
Kagura
carraspeó un momento. Se aclaró la garganta y sus brazos viajaron a su cintura.
Miró a Yuma detenidamente, y luego su hermano. Arqueó una ceja.
—¿En
serio te gusta este cretino? No sé, pensaba que te gustaban como tú… más
listos.
Azusa
notó como su rostro se iba ruborizando. Lo escondió todo lo mejor posible. Pero
tenía ganas de reírse, porque sabía cómo se estaba sintiendo Yuma en esos
momentos, no tenía suficiente con ser insultado por Azusa siempre que se veían,
que ahora estaba siendo insultado por dos bandos.
—No
es tan tonto como parece. Solamente es un poquito… corto. Y lerdo. Pero no es
tan mal—-¡KAGURA!
Su
hermana soltó una carcajada. Se acercó a Yuma y le inspeccionó de mala gana,
con el ceño fruncido. Yuma le miró desde arriba, su casi metro ochenta no
ayudaba a imponer el respeto que, ciertamente, nunca buscó. Pero se sentía un
tanto… tonto, bueno, acosado. Y extraño. Obviamente sabía su condición y sus
preferencias sexuales, y Kagura únicamente le parecía “linda” porque tenía el
rostro de Azusa, seguramente tendrían una personalidad parecida, pero no se
sentía atraído por ella. Ni se sentiría, jamás. Era como si, ahora, únicamente
tuviera ojos, mente, corazón y cuerpo para Azusa.
Como
su estuviera locamente enamorado.
Aunque
nunca había experimentado esa sensación. Yuma no era idiota. Sabía lo que Azusa
pensaba en cada momento, pero hacerse el tonto era mucho más fácil. Y su
personalidad ayudaba. Sabía que la hermana de Yuma decía todo esto en broma, y
que en cierto modo le estaba poniendo a prueba, pero también conocía a Azusa,
sus gustos, y sabía que si tenía que demostrar algo, no podía hacerlo en medio
de la calle. Salvo que quisiera morir, obviamente. Kagura quería avergonzar a
su hermano, y aunque se viera condenadamente adorable, Yuma no le iba a ayudar.
—Kagura…
Su
hermana gemela frunció el ceño con notoria –demasiada– desgana. Se irguió
ligeramente hacia atrás, tomando aire. Volvió a inspeccionar a su hermano.
—¿Pero
enserio te gusta tanto? ¿Piensas malgastar tus be… —una arcada claramente
exagerada amenazó en la garganta de Kagura —… sos en él? ¿En serio? ¿Quieres
que sean ESAS manos de ESE tipo las que te toquen?
Azusa
se empezó a ruborizar a medida que su hermana seguía con las preguntas. Volvió
a retroceder, alejándose de su hermana y acercándose poco a poco a Yuma, pero
cambió la trayectoria y dio unos pasos a la derecha, alejándose de ambos. Abrió
la boca mas no dijo nada, se limitó a coger un poco de aire. Apretó puños y
dientes, ni siquiera él se creía lo que iba a decir. Es más, no creía que
pudiera sacar las fuerzas para decirlo.
—En
el caso que deseará que alguien conociera hasta qué punto me gusta Yuma, la
única persona con derecho a saberlo sería él… Y ya lo sabe —La voz le temblaba.
Azusa notaba como su propio cuerpo temblaba; sus manos, sus piernas, sus
dientes y sus pupilas. Kagura y Yuma posiblemente también lo notaran. Tomó
aire, sus labios reaccionaron mucho más rápido de lo que Azusa hubiera querido
y ahora estaba cansado. Miró a su hermana —. En el caso que quisiera
“malgastar” mis besos en alguien, Yuma sabe perfectamente quién sería esa
persona. Y … —Su voz volvió a fallar. Apretó los puños y muy posiblemente se
estuviera clavando sus propias uñas en la palma del mano —… en el hipotético
caso que quisiera que alguien me tocara, o me abrazara, o me acariciara el
cabello, preferiría que lo hiciera mil veces él que otra persona.
—Hey,
Azusa…— Kagura se acercó lentamente a su hermano. Él volvió a retroceder
mientras miraba a Yuma.
—¡ESO
NO QUIERE DECIR QUE QUIERA QUE ME ABRACES! —Avisó y volvió a mirar a su hermana
—. Así que, ¿Ya has escuchado lo que querías escuchar? Entonces ya basta,
Kagura. Estás molestando.
Ella
tragó saliva. Chasqueó la lengua y soltó un suspiro. Se acercó a Yuma y volvió
a amenazarle con los ojos.
—Si
esas tenemos… —Murmuró —. Más te vale no tocarle un pelo más de lo necesario.
Nadie ha visto desnudo a Azusa salvo yo cuando éramos pequeños… ¿Y sabes qué le
hago a los que “quieren verle”? —Sonrió divertida, como retándole, mientras se
crujía los dedos de las manos.
No
necesitaba respuesta, pero Yuma, por tonto, la daría. Azusa le rogaba con la
mirada que no dijera nada, que le ignorara, que entrara en casa y la dejara en
paz, pero Yuma no se paró a mirarle. Puso cara de inocentón –ahora mismo, sí,
era fingida– y miró a la gemela de Azusa. La analizó por unos segundos, habían
gemelos que se parecían y otros que no, pero es que Azusa y Kagura eran dos
gotas de agua. Le ponía a Azusa una peluca de chica y algún vestido y
físicamente era clavadito a su hermana. Sería una chica tan guapa que se la
quitarían de las manos. Yuma negó interiormente con la cabeza, deshaciéndose de
esos pensamientos. De todos modos, algún día le vestiría de chica para propio
disfrute –aunque no le gustaran las chicas en sí, pero eso no quita que sepa
diferenciar de una chica atractiva y de otra que no lo era. La hermana de Azusa
era preciosa, pero por el simple hecho de ser Azusa, Azusa travestido sería más
precioso aún–. Pero hoy no.
—¿Uh?
Pero si ya he visto desnudo a Azusa.
Se
preparó para el golpe, pero, al contrario de lo que pensaba que iba a suceder, Kagura
empezó a ponerse pálida poco a poco. La cogió del hombro para que no se cayera,
por prevenir, aunque sabía que si permanecía tocándole mucho más tiempo le
partiría la cara. Tragó saliva.
—¿E-Estás
bie—-
—¿ESO
QUIERE DECIR QUE… que… h-has… mi pequeño hermano…
Yuma
se fue poniendo colorado a medida que iba entendiendo lo que la chica dijo. Se
sobresaltó, y lo único que pudo hacer fue soltarla. Azusa, por su parte, ya
estaba sonrojado desde que Yuma soltó la
respuesta del año.
—¡N-NO!
No… NO LE HE HECHO NADA. Es solo que, al
salir de la ducha…
—¿ESTÁS
DICIENDO QUE TE HAS DUCHADO CON ÉL? —Personalmente, Yuma prefería que le
golpeara a que estuviera a punto de desmayarse en media calle —. Tú… tú…
¡Maldito asqueroso con las hormonas alborotadas! ¿Cómo demonios puedes hacerle
eso a un niñato de diecisiete años? ¿ERES CONSCIENTE DE QUE ES DENUNCIABLE?
Azusa
quería pegarse golpes contra la pared. Quería abrirse la cabeza, que le
llevaran al hospital y que toda esta pesadilla acabara. Ver la carita adorable
de su hermana pequeña y que ésta aún pensara que su familia era normal. Que si
un día conociera a su novio, que pensara que también era normal.
—Hey,
Kagura, ya basta. Estás montando un jaleo enorm—-
Kagura
gritó su nombre y se abalanzó contra él. Le sujetó de los hombros y le meneó
por todos los lados posibles y, obviamente, Azusa acabó mareado.
—¡TAMPOCO
NOS HEMOS DUCHADO JUNTOS! Qué diablos haces, Kagura… —Murmuró y se soltó. Se
acercó a Yuma y le dio un golpe en la espalda para que se calmara. Ahora
estaban todos sonrojados. Y eso que no era normal ver a Yuma sonrojado, más que
nada porque no pillaba las cosas —. Los días que no estoy en casa, estoy aquí.
Y tengo que ducharme. Así que Yuma amablemente me presta su ducha… y ya está.
—Entonces
estás diciendo que te espía. MALDITO PEDERASTRA.
—¡Que
no! Pensé que no estaba y salí sin toalla y entonces me vio, Y YA ESTÁ. Y, en
el caso de que hubiéramos hecho algo, Yuma no es mayor de edad*, así que no hay
problema. RELAJÁTE. Y tú también,
idiota. No puede afectarte tanto que digan que… —Se calló. Empezó a ruborizarse
él también, quizás mucho más que Yuma —. MALDITO PERVERTIDO. NO JODAS QUE TE LO
HAS IMAGINADO.
Yuma
asintió débilmente, cubriéndose el rostro con ambas manos.
—Tú…
tú… —La voz de Kagura, que al principio sonó temblorosa, acabó sonando por todo
el vecindario. Persiguiendo al “maldito pervertido” del barrio, que se imaginó
ESE TIPO DE ESCENAS con su querido y frágil hermano.
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